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miércoles, marzo 29, 2006

No hay innovación sin liderazgo

Interesante artículo que cuestiona el futuro de un mundo empresarial gestionado y dominado por los intereses financieros, y responde a algunos interrogantes en este aspecto. El presente basado sólo en intereses financieros es posible, pero ¿se puede pensar en un futuro en estos términos?, o ¿es necesario que las empresas tengan también una razón social? ¿qué papel debería jugar la administración en todo este asunto?.

Puedes encontrarlo en http://www.infonomia.com/blog/perm.php?id=3505

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No hay innovación sin liderazgo


Estoy más que preocupado por el fin del capitalismo. Puede sonar un poco raro, teniendo en cuenta que me defino como progresista (¿qué es eso hoy?), o sea, por lo menos escéptico sobre la “razón social” de la empresa, y que además nada parece indicar que el boyante universo del dinero por el dinero vaya a hundirse, hoy por hoy.

Pero la verdad es que me preocupan los síntomas de “pérdida de horizonte” en el que el mundo de la empresa ha entrado como consecuencia de la sustitución progresiva e imparable de los profesionales por financieros en las riendas del poder empresarial. Hoy manda sólo el discurso con los accionistas, y la pasión del fundador de empresas se ha diluido en las operaciones financieras cargadas en el arma de la hoja de cálculo.

Un simple ejemplo, que, como veréis enseguida, podría salirme por la culata. ¿Quién, en las actuales circunstancias de total dominio de la cuenta de resultados (hay que pagar las nóminas), se atrevería a rechazar un posible proyecto de 500.000 euros por qué ve que no tiene ningún sentido, y, consecuentemente, así lo comunica al cliente? ¿Quién hace esto sin el riesgo de que le tilden de tonto, en especial aquellos que como buitres están a la espera de tu NO para lanzarse directos a la víctima? ¿Hasta dónde hemos llegado que la idea original de una empresa, el proyecto vital de su fundador, se diluye en el mero fluir de facturas?

No estoy ya definitivamente ido. Sólo creo que va en el beneficio futuro de todos que entendamos que las cuentas de resultados deben tener su intersección con el progreso social. En otras palabras, no hay futuro posible si este no es social… Así lo comentó en su día en su interesante libro “Ils vont tuer le capitalisme”, el fundador de AXA, Claude Bébéar,

Me da la impresión de que vamos a una pequeña variación del argumento de la legendaria película Ultimátum a la Tierra (“The day the World stood still”), en la que un extraterrestre, el apuesto Klaatu, llegaba a la Tierra en su platillo (el film data de 1951, en los que el platillo era el referente del más allá), acompañado de su omnipotente robot Gort (que el solito podía cargarse la Tierra).



Klaatu venía a advertirnos que los otros planetas habitados no iban a permitir la existencia de un planeta agresivo como el nuestro (la Tierra acababa de salir de una guerra mundial, no debemos olvidarlo, y la amenaza nuclear ya era una realidad) que era al fin y al cabo, una potencial amenaza para los demás. Por ello exigía una reunión con todos los mandatarios del planeta para darles un ultimátum: o cambiáis de rumbo, amigos, o quien os destruirá, de forma puramente “preventiva”, seremos nosotros, nos advertía.

Pues bien, necesitamos un Klaatu universal que nos diga que el peligro de una visión exclusivamente financiera del mundo es tan peligrosa como un mundo lleno de cabezas nucleares. La bomba social está en marcha.

Estoy totalmente convencido de la necesidad de la iniciativa privada, que nadie se equivoque. No hay futuro sin empresarios: radicalmente, los empresarios son los que con su visión, energía y pasión, generan riqueza para todos. De hecho creo que el sector público es demasiado grande en Europa, y que tenemos una actitud excesivamente filial respecto al papá Estado. Pero también creo que lo “público” tiene un papel fundamental para conectar el talento de un territorio en un horizonte de futuro social.

Y no vamos bien, en este sentido. Seré franco a través de un ejemplo. El otro día asistí a un acto en el que había unos 1200 ingenieros, la mayoría de telecomunicaciones (posiblemente, lo mejor de mi ciudad). Un acto muy bien organizado y con una logística de cronómetro. Una ocasión realmente única para “encender el fuego” de la innovación, si se me permite la expresión. Un momento único, por lo caro de llevar a toda esa gente a un punto del espacio-tiempo, para entusiasmarlos en un proyecto colectivo. Un momento singular para conectar mentes en un vector de ambición por un mejor futuro, empresarial y social: “Amigos, es el momento de los proyectos conjuntos, de colaborar compitiendo, de sumar o, mejor, de multiplicar. Amigos, el futuro es atreverse ahora!”, esperaba oir.

Pero no, no fue así. El político de mayor nivel en el acto fue gris, de bajo nivel. No fue prácticamente aplaudido al salir a escena (o sea, su prestigio = cero), ni al acabar su retórica (empatía conseguida = bajo cero). Que fantástica ocasión dilapidada.

Se podría decir, quizás, que ya no podemos esperar nada de los mundos de la administración y de la política (que, recordemos, no son el mismo mundo), y que si algo tiene que pasar deberá venir de la capacidad de transformación de la sociedad civil. Pero no estoy de acuerdo. De hecho, es justamente porque la iniciativa privada es, “genéticamente”, individualista, gremial, orientada a la explotación de un área pequeña de la realidad, que opino que su impacto es menor del posible como elemento de “futuro social”.

Creo que justamente la nueva responsabilidad de lo público consiste en establecer los puentes que conecten las personas de la sociedad civil que están dejando su piel para que la riqueza siga creándose (literalmente es así, en un contexto de emergencia de la competencia global que ha cambiado radicalmente las reglas del juego). La función de lo público es hacer que la sociedad funcione (servicios públicos e infraestructuras), y que la sociedad progrese. Y esto último se consigue catalizando la combinación de talentos individuales.

El papel de lo público sería, pues, conectar lo privado, a través de proyectos transversales ambiciosos. Crear “espacios” donde flirteen y se crucen promiscuamente las iniciativas individuales de emprendedores y empresarios. Es crear el “estado mental” colectivo de optimismo en nuestras capacidades colectivas para “crear futuro”.

Y eso no se hace sin prestigio. El de Steve Jobs, el alma de Apple. El de Branson, el motor de Virgin. El de Botín, con una ambición global de líder financiero con el Santander. El de Amancio Ortega, con su modelo de Zara. El de Félix Tena con Imaginarium. Y otros muchos…

Todas estas personas son catalizadores de talento. Vectores de liderazgo que hace que las cosas ocurran en sus empresas. Y que sabiamente combinadas por líderes públicos, en grandes iniciativas de progreso y “futuro social”, pueden tener un efecto transformativo brutal. Es el caso de Irlanda, donde lo público se ha hibridado con lo privado, y han puesto los recursos financieros de la sociedad en conjunto (lo público) al servicio del desarrollo de las iniciativas privadas, pero no desde el mero egoísmo organizativo, sino desde la creación de riqueza colectiva.

Si el objetivo de la innovación privada es “aumentar el tamaño del pastel”, el objetivo de lo público debería ser aumentar el pastel en la tercera dimensión, de manera que no sólo gane el que “vende” sino que gane el conjunto de la sociedad.

Dos ejemplos que quiero comentar.

El programa INNOVA de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) ha lanzado un interesante programa para la “aceleración” de empresas innovadoras surgidas como spin-offs de las universidades. La idea es conectar a esos valientes emprendedores con empresarios y directivos maduros, que saben cómo hacer crecer una empresa, porque ellos lo han vivido en primera persona. Que la entusiasta gente del programa INNOVA de la UPC haya convencido a la “sociedad civil” empresarial (directivos y empresarios con prestigio) que aporten su conocimiento a los “jóvenes” me parece un extraordinario ejemplo de “conectar personas”, de catalizar las conexiones, que difícilmente aparecen de forma espontánea, para contribuir a un objetivo social: la creación de riqueza en forma de nuevas empresas viables, fuertes.

Otro ejemplo es el de la reorganización (“refundación”, sería más correcto) del portal de la
Generalitat de Catalunya. Un esfuerzo para aplicar las últimas tecnologías de arquitectura y buscadores de información, que no se queda, sin embargo, en el ámbito de lo interno a la administración. Gencat se puede convertir con el tiempo en un fantástico vehículo para acabar organizando toda la información del país, una verdadera infoestructura, que conecte las islas de información hoy esparcidas por el territorio digital. Un fenomeno de “urbanización digital” que proyecta riqueza.

Porque hay que recordar que de la conexión de islas no resultan islas conectadas, sino continentes.

Dos casos que no hubieron sido posibles sin fuertes liderazgos, de personas a las que gusta complicarse la vida por el bien público. Que conectan energías que fluyen en líneas paralelas y que sin una masa gravitatoria distorsionante nunca llegarían a confluir (¿se me permite aquí usar una metáfora basada en la relatividad general, la lente gravitacional?).




Una última nota: los que amamos nuestro país, los que creemos que o pensamos en el futuro o nada, tenemos ahora una importante responsabilidad. Hay que poner energía para conectar los nodos de iniciativas emprendedoras. En otros países las sinapsis aparecen de forma espontánea, como en los Estados Unidos. Pero aquí, amig@s mí@s, no. Es nuestra responsabilidad catalizar las sinapsis (conexiones) entre los nodos más activos, que la lógica empresarial lleva en principio a pensar de forma egoísta.

Infonomía así va a hacerlo: nuestro proyecto es ahora conectar a los inquietos de forma productiva.

Y es, concretamente, mi responsabilidad. Anuncio, pues, desde aquí, mi compromiso para dejar sólo de hablar de esto, y empezar a hacerlo.

Hay que estar, pues, un poco loco… sabiamente loco
(véase este artículo sobre el redescubrimiento por la economía de la importancia del innovador y emprendedor en un reciente
The Economist).

Hay que liderar locamente para que nuestos hijos puedan vivir mejor.

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